Devocional 26-02-2016

Dios les bendice hermanos!

Hoy veremos este pasaje en La Palabra de Dios.

APOCALIPSIS 7:
9 Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.
11 Y los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,
12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás. Amén.
13 Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero.

El hecho de que esta multitud haya lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero indica que en la experiencia de la salvación, hay algo además del hecho de aceptar a Jesucristo como nuestro salvador personal. La salvación es tanto instantánea como progresiva. Nuestra experiencia inicial es instantánea en su naturaleza.

En el momento en que nos inclinamos ante la cruz en arrepentimiento, y le pedimos a Jesús que es sobre nuestra pobre alma perdida, El cubra nuestra desnudez con las vestiduras de salvación. Esta ropa es un don que se nos concede mediante la preciosa sangre de Jesucristo, y es un don que nos salva del castigo por el pecado que es la muerte y el infierno.

Nuestra segunda experiencia de salvación es progresiva en su naturaleza porque se trata de salvarnos de la naturaleza corrupta del «YO» que heredamos del primer Adám.

Esta naturaleza del «YO» se llama el cuerpo del pecado, y nos ata a Los miserables elementos de este mundo separándonos de la santa presencia y divina voluntad de Dios.

Así hermanos que necesitamos además de ser salvos de la muerte y del infierno por medio de la sangre de Jesucristo tenemos que ser salvos también del cuerpo de pecado.

Que el Señor Jesucristo nos ayude a que seamos salvos también de este cuerpo de pecado a través de la sangre de Jesucristo.

Bendiciones en este día y en cada paso de su vida hacía la Presencia de Dios.

(Como guardar tus vestiduras espirituales pag. 13 y 14 Rev. B.R. Hicks)

 

 

 

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