Dios usa a cada uno de nosotros para crear vasijas de sufrimiento del uno al otro.
Cuando esto sucede, siempre nos daremos cuenta si estamos o no resueltos por Dios.
Y si lo estamos, ya sea que seamos el dador del dolor o el que recibe el dolor, nos humillaremos delante del Señor y obtendremos una nueva vasija de humildad de Jesucristo.
Si nos humillamos a nosotros mismos y nos arrastramos a los pies de Jesús y le decimos: «Señor aquí está mi vasija de falla, voy a descansar en ti.
Voy a reconocer tu soberanía.
No voy a ver mi falla.
Quiero ver la injusticia que he cometido Contigo (Jesús) al quejarme orgullosamente en Ti para que obres Tú voluntad y hagas en mí lo que me ayudará a vencer mi falla».
Que tenga una bendecida semana.