PAN DIARIO 14 DE AGOSTO 2017

Habacuc 3:16-19
El Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas… (v. 19).

Las palabras del doctor le golpearon el corazón. Era cáncer. Su mundo se detuvo mientras pensaba en su esposo y sus hijos. Habían orado con diligencia, a la espera de otro resultado. ¿Qué harían? Mientras las lágrimas le caían por el rostro, susurró: «Señor, esto está fuera de nuestro control. Por favor, sé nuestra fortaleza».

¿Qué hacemos cuando el pronóstico es devastador, cuando nuestras circunstancias escapan a nuestro control? ¿Dónde acudimos cuando no parece haber esperanza?

La situación del profeta Habacuc estaba fuera de su control, y sentía un temor paralizante. El juicio venidero sería catastrófico (Habacuc 3:16-17). Sin embargo, en medio del caos inminente, Habacuc decidió vivir por fe (2:4) y gozarse en Dios (3:18). No puso su confianza en sus circunstancias, su capacidad o sus recursos, sino en la bondad y la grandeza de Dios. Su confianza en Dios lo llevó a proclamar: «El Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar» (v. 19).

Cuando nos enfrentamos a circunstancias difíciles —enfermedad, crisis familiares y financieras—, nosotros también tenemos que poner nuestra fe y confianza en Dios. Él está con nosotros siempre.

Señor, gracias por ser «nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones»

(Salmo 46:1).
En circunstancias difíciles, podemos confiar en que Dios es nuestra fortaleza.

Publicado en Pan diario.